Palabras de un Jorge Campos para el libro de un César Luis Menotti*



En julio de 2013 mi amigo Alfredo Loera estaba por defender su tesis de maestría en Literatura Mexicana y había sido invitado por la Fundación para las Letras Mexicanas a dar una charla sobre el cuento y la novela en el entonces quinto Curso para jóvenes creadores promovido por la FLM y la UV. Alfredo había sido becario de narrativa durante dos años en la Ciudad de México y sería el primero de su generación de maestría en obtener el grado, con honores. Entre otros, había tenido como maestros a Alfredo Pavón y a Bernardo Ruiz. Yo recién terminaba mi trabajo de promotor de lectura, me titularía por promedio de Lengua Francesa y después volvería a San Andrés Tuxtla, con una beca de monto menor, en modo avión y ahorro de energía. Con ánimos de saludar a la gente y también porque en esos días Alfredo se quedaba en casa, lo acompañé las tardes en que impartió su curso en la sala Carlos Fuentes Lemus de la USBI. A veces me permití opinar, pero poco. Prefería escuchar y sobre todo no estorbar en el trabajo de Loera. De los jóvenes que entonces conocí, me encontré con varios de ellos en el curso del siguiente año y así una tercera vez en 2015, cuando además pude, de rebote, impartir el curso de ensayo de la primera semana. En ese contexto conocí a Laura Sofía Rivero, de quien hoy presentamos aquí en Xalapa su Tomografía de lo ínfimo.
            La anécdota pierde su gracia cuando yo la cuento, pues el apunte es de Alfredo Loera y si el estilo es el hombre mismo, mi gaita es del sur y la suya del norte. Con todo, asumo el riesgo, porque en esa primera observación de Loera está concentrada la que para mí es la hasta entonces mejor descripción, por comparación, de la agudeza mental y potencia expresiva de Laura Sofía Rivero. “Oye, wey, esa morra dice mejor lo que uno intenta explicar. Yo acá, bien Jorge Campos hablando del narrador y ella, como Menotti, recoge las pedradas que voy aventando y empareja el camino, traza el puente, eleva la figura.” Comparto la opinión de Loera. En efecto, pienso que en la figura también está la clave de la prosa de Laura Sofía Rivero. Hace poco, porque puedo decir que somos amigos, conversaba con ella por internet acerca de Gérard Genette. Ella es una excelente lectora no sólo de literatura, sino también de teoría literaria. Recuerdo que en su facultad, con algunos de sus compañeros, coordinó un seminario de teoría donde la retórica, junto a la poética, fue fundamental. Y también sabe bailar y disfruta de la cumbia, así sea un poeta el que la lleve de la mano como un trolebús que, aunque sea por un peso, todavía se mueve. Lo menciono porque escribir no es redactar. Crear, hacer literatura, es otra cosa. La cuarta de forros de la Tomografía de lo ínfimo, del estilo de Laura Sofía Rivero, dice “Alejado de la escritura académica y acartonada, pero con un riguroso discurrir inquisitivo, este libro observa al ensayo literario como territorio idóneo para explorar los límites de la imaginación.” Esto no quiere decir que Laura Sofía ignore a la academia, todo lo contrario, la conoce muy bien y por eso la trasciende. La escritura del ensayo es otra cosa. Ahí la frase se vuelve apotegma y el párrafo alcanza la profundidad del aforismo. El tema es lo de menos, el ensayo no está afuera, no es algo ya dado sino que es inventado como en la retórica, descubierto por la mirada y la expresión de quien lo intenta.
            Cuando empecé a interesarme por las letras lo primero que leía con atención eran apotegmas y aforismos. Agradezco que esta Tomografía de lo ínfimo me permita mantener esa manía y disfrutar, en mi caso, de partes como ésta del Minifacio: “La gota deja de ser gota si se consagra a la lágrima, al vaso de agua, al mar, al océano.” O bien, una que podría pasar por propia del conde de Buffon: “La uña es símbolo de la dualidad entre la sensatez y la bestialidad humana.” O bien, “La tortura es una sombra inseparable de muchos cuerpos ignorados por la cultura petfriendly”. No quiero caer en la tentación de seguir comparando, pero la escritura de Laura Sofía lo soporta y quizás así me sea más sencillo por ahora expresar lo que bien podría ser dicho después en un ensayo mayor sobre su estilo. Algo que se fuera como “Palabras de un Jorge Campos para el libro de un César Luis Menotti.” Al leer la Tomografía de lo ínfimo, a veces he pensado en Clarice Lispector, cuando leo que “Lo ínfimo podría importar muy poco, pero hasta el Titán está compuesto por átomos”, o en Paul Valéry o en Goethe, cuando Laura Sofía dice: “La literatura es un robo constante, un parásito que se escuda en las comillas.” A veces también su escritura es muy a lo Pessoa cuando dice “Lo que une a César Augusto conmigo es ese círculo voluminoso que recorre cumbres, pasadizos, tierra y mosaico. La forma de la canica rodó de la palma de un niño egipcio a otro minoico y de allí llegó a las manos del primer emperador romano.” Pero que no se me malinterprete, la escritura de Laura Sofía Rivero puede equipararse a estas otras, pero tiene sus diferencias específicas: pertenece a su tiempo y no desatiende a sus espacios cotidianos. Aunque vaya a Francia, a Inglaterra, a la Antigua Roma o al imperio Egipcio, nunca deja de mostrar su denominación de origen. Así como el poeta baila como un trolebús, pero se mueve, la escritura de Laura Sofía Rivero tiene la ventaja de estar en el centro sin conformarse con verse el ombligo, pues también va a la periferia, a lo cotidiano, regresa a la erudición sin perder la sonrisa de quien sabe gozar tanto con una cumbia como con un gran libro, sin mayor distinción que la del disfrute.
            El libro está compuesto por once ensayos y un “minifacio”. Con él, Laura Sofía Rivero ganó el Certamen Internacional de Literatura 2017 Sor Juana Inés de la Cruz, en la categoría de ensayo, y fue publicado en 2018 por el Fondo Editorial del Estado de México. Casi puedo asegurar, sin la necesidad de revisar nuevos estudios de la Universidad de Cracovia, que es un libro honesto, como las aguafuertes de Roberto Arlt, y también a su manera, esta obra de Laura Sofía Rivero ya exige un sitio en el librero; pero sobre todo, en la mesa de noche, junto al lápiz y el café, para leerlo y releerlo. Y que la literatura ocurra.

*Leído en Xalapa, en La Culpa, el 21 de junio de 2019, día del estreno de la segunda temporada de Dark, junto a Laura Sofía Rivero y Kennia Cervantes.

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