Conocí a Laura Moss una tarde de mayo o junio*
Conocí a Laura Moss una tarde de mayo
o junio. Fue hace once años en un café del centro de Xalapa. Llovía. Estaba yo
con Emmanuel, nuestro amigo Emmanuel, que me leía el tarot y hacía rato que hablaba
conmigo de lo porvenir. Entonces llegó Laura Moss. Con ella venían un paraguas
y un cigarro en la mano. Todavía se podía fumar en espacios cerrados y a
Emmanuel y a Laura les gustaba fumar mientras conversaban. Así la vi; pero primero
la escuché. Antes de llegar a la mesa ya había dicho: “¡Hola!, querido, ¿Cómo
estás? ¡Tanto tiempo sin verte!”. Y luego de besos y abrazos mutuos, Emmanuel
nos presentó. Esa tarde tenía, como era entonces habitual en mí, demasiado
ruido en la cabeza: muchas voces, preguntas, dudas que además se volvían más
intensas porque estaba yo por tomar decisiones que creía importantes y para eso
había acudido a Emmanuel y al tarot. Con certeza, de algo sirvió la
consulta a las cartas; pero la calma llegó con Laura Moss. Con el tono de voz y
la conversación de Laura Moss.
En
los años sucesivos a 2007 hubo otros encuentros, esporádicos pero
siempre renovadores. Yo sabía que Laura Moss era actriz y que enseñaba en la
Facultad de Teatro, pero después me enteré de que era poeta y también bailadora
de flamenco. Una persona puede ser tantas cosas… y si la persona es artista y
se entrega con pasión y verdad a su trabajo, su obra tendrá siempre algo de aquello,
de lo tanto que tiene para dar. Laura Moss es poeta y su poesía nos reúne hoy,
aquí y ahora en el Ágora de la Ciudad. Me invitó a que la acompañara y a que
dijera algunas palabras preliminares a su lectura. Que introdujera, más que
comentara, su obra poética. Desde hace algunos años me dedico a comprar y
buscar libros. A veces los leo y otras tantas escribo sobre ellos. A veces
también los traduzco. En principio, comentar de inicio a fin los dos libros de
Laura Moss, si esto fuera un trabajo escolar, no tendría que ser para mí
complicado. Pero esto no es un trabajo escolar. Se trata de acompañar en su
poesía a una amiga. Se trata de acompañar a Laura Moss en esta tarde que
decidió compartir la poesía del Flamenco
por dentro y del Cristal Salvaje.
A mí me gusta la poesía. Sentirla resonar en mis oídos, en el pecho y ver
también cómo brota, de donde sea que brote, y que ocurra y que se quede un
tiempo en el aire. Que vuelva en la memoria cuando haga falta. La poesía
siempre hace falta, porque es alimento y nutre y da vida. Yo podría escribir
una descripción formal de los poemas de Laura Moss, rastrear sus fuentes en la
tradición poética y asociar texturas, sonidos, ritmos, con la tradición del flamenco.
Por supuesto, hacerlo me tomaría tiempo y lo haría con gusto; pero siento que
no es eso lo que me pidió para hoy Laura Moss. Sus poemas vendrán, no quiero
demorarme para que esto ocurra, y como ella en esa tarde de mayo o junio de
hace once años, traerán su voz, su tono, su calma y su canto flamenco con su
baile y su estar, siempre estar, adentro, en escena.
Pero
antes quiero recordar algo más. Hace cinco años en la FILU estuvo aquí Juan
Gelman. Leyó poemas suyos en el auditorio de la Facultad de Música y en el
escenario al aire libre de la Casa del Lago. Leyó Gelman, entre otros, su poema
“Sobre la poesía” y “Ruiseñores de nuevo”, todo aquello frente al lago. Alguna
vez pude decirle, escribirle a Juan Gelman que esa tarde para mí habría sido lo
más cerca que estaría de Mallarmé. Así ocurre cuando uno está ante un
poeta. No se sabe cómo comportarse. Pero Laura Moss supo, porque también es
poeta. La noche en que leyó Gelman en el auditorio de la Facultad de Música,
minutos antes de que iniciara el evento, se acercó, discreta, adonde estaba
Juan Gelman fumando un cigarro junto a su mujer, y Laura le dio en la mano un libro
suyo. No sé qué le dijo; pero sé que le dedicó su poemario y le dio las
gracias. Quizás ésa sea una buena forma de acercarse a un poeta: no para
pedirle nada, sino para darle las gracias. Esa misma noche, por ejemplo,
alguien desde el público le dijo a Gelman “¿Por qué no nos lee algo más?” Y
Gelman, luego de un breve silencio, le respondió: “¿Porque vos sabés cuánto
pesan estos libros?” A veces así pasa. No sabemos de dónde llegan los libros.
Quizás no tengamos que pedirle más versos al poeta como en los conciertos
pedimos otra y otra y otra. Amamos la celebración, es verdad y con certeza
Laura Moss no va a negarnos la lectura de ningún poema suyo, ¿pero cómo leemos
poesía?, ¿qué es la poesía?, ¿para qué poesía? ¿Hay en quien lee a los poetas,
quien se alimenta de poesía, en semilla, también un poeta? Decía Rilke en los
Sonetos a Orfeo que “la respiración es un poema invisible”, entonces, como la
vida, la poesía es todo el tiempo, estamos ahí, dentro de ella, todo el tiempo.
A veces toma forma de palabras y las cortamos en versos y las medimos en
sílabas y eso comentamos, cuando llegamos a saber hacerlo. Otras veces ocurre
en la mano que toca la guitarra, o en la mirada contenida del actor que en
silencio dice todo lo que el personaje de un drama tiene para dar de sí. De
aquella noche de lectura de poemas de Juan Gelman rescato dos tesoros que
conservo gratamente: el primero es el saber estar de Laura Moss. El segundo lo
descubrí recientemente en la lectura de sus libros, en el poema que le dedica a
Juan Gelman. Yo lo leo, pero la poesía es de Laura:
Juan Gelman
No
puedo leerte de corrido
No
me da el alma relámpago que eres
No
tengo comas para tomar aliento
Ni
tengo concordancia entre tus verbos
Gruesos
alambres porteños desterrados
espejo
cruel certero dardo Buenos Aires
Me
vuelvo al sur como prendida de tus ojos
tango
abismado salpicando las paredes
la
sangre seca arrabal puchos hambrientos
Tu
voz rompiéndole las costras al olvido
desnuda
lengua relamiendo las heridas
Sólo
el sonido calcinando tus palabras
Esas
presencias ausentes de lo amado
Hasta
aquí Laura Moss. Iré ahora a Rilke para que regrese Laura por sí misma:
No
debemos andar
en busca de otros nombres. Cada
vez que algo canta
está cantando Orfeo. Como viene se
va.
Gracias.
*Leído en el Ágora de la Ciudad en Xalapa el 28 de junio de 2017
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