La respiración lisboeta*

Vivir no es necesario, lo que es necesario es crear.
Fernando Pessoa, "Navegar es preciso"


CUANDO VEO CIERTOS MAPAS de la Península Ibérica, Portugal se me figura un rostro apuntando como con saudade hacia el Atlántico. Me resulta difícil no asociar su "nariz" con la del retrato imaginario que tengo de Dante Alighieri. Las líneas punteadas de la división política fungen de laureles y hacen de España la cofia del florentino. Quizá por eso Portugal me es poético; quizá porque me lo parece, veo ahí al poeta. Me fascina que Lisboa se encuentre en las fosas nasales y que el Tajo sea el aire por donde la vida portuguesa fluye. El fado es la respiración lisboeta. Sólo unos ojos habituados a contemplar los confines del horizonte podrían entonarlo. Sólo las manos que acariciaron la viola y manejaron el astrolabio pudieron trazar los planos de la ciudad a orillas del Tajo. Tal vez haya en Lisboa un finis rationis como otrora en Galicia se situó un finis terræ. Fue natural que mis primeros recorridos lisboetas hayan sido respirando fado. De aquella embriagante expedición melódica esbocé un mapa de los caminos que ahí puede recorrer el ensueño.

    Quien siga la música como una ruta propia, de la Rua da Regueira al corazón de Alfama, escuchará el lamento de la mujer que todavía aguarda el regreso del marino distante; quien se adentre un poco más, oirá el murmullo de la gente que juzga de locura tal espera frente al horizonte y que opta por mirar hacia la pared. Si se toma un descanso junto a alguna fuente del Barrio de Alfama, cualquiera de ellas, y éste se prolonga más de lo debido, se corre el riesgo de encontrar a la gitana que lee la fortuna en la saliva. Para ello hay que concentrarse todo uno en un escupitajo y esperar. Cuando la suerte es dicha y la gitana se va, los caminos cambian de lugar y se puede llegar a cualquier parte, que es otra manera de estar perdido. En vano se ha de buscar la Rosa de los Vientos que de gran ayuda fue a los Lusíadas y aguarda el reclamo del navío al norte del Monumento a los Descubrimientos si lo que se quiere es volver, pues bien se sabe que la Rosa es siempre útil en la partida, nunca para la vuelta. ¿Hacia dónde apuntar? No habiendo nada por solucionar de ese modo, lo más conveniente es disfrutar del paisaje. Camino adentro, con fortuna se ve al hombre fumando desde la ventana en la Rua dos Douradores, leyendo versos de Cesário Verde y siguiendo las bocanadas de humo como destino concedido. Es un excelente espectáculo siempre que sus ojos no se encuentren con aquellos que lo miran, pues su vista cambia de lugar y quien entonces lo podía ver, no sólo lo pierde sino que también se siente perdido. No hay que asustarse, es normal, en Lisboa uno siempre se está encontrando. Incluso cuando se busca a alguien más, a quien se encuentra es a uno mismo.

    En el arte se recrean varias muestras de este "encontrarse" en Lisboa. Un joven periodista, indagando sobre la cabeza perdida de un tal Damasceno Monteiro, tiene que ir hasta Porto. Sin éxito, vuelve a Lisboa con la sensación de que al no hallar la cabeza ajena, al menos en parte, recuperó la propia. Lo curioso de esta historia, que muy seguramente Antonio Tabucchi escribió siguiendo el modo lusitano de volver a casa, es que el joven periodista, antes de salir de la ciudad, transita no muy lejos de la Rua Damasceno Monteiro, por la Rua Alexandre Herculano y la Avenida da Liberdade. Es cierto que la Avenida da Liberdade por sí sola no lleva a la Rua Damasceno Monteiro, pero las vías coexisten simultáneamente, se superponen, y en algún momento, de manera oblicua, se encuentran. Para no hablar de Requiem ni centrarnos sólo en Tabucchi, la película Lisbon Story de Wim Wenders es otro camino del ensueño: búsqueda, encuentro, son las arterias principales de este mapa de Lisboa. Sus trazos están cargados de perspectivas e intentos de lograr la imagen "pura". También hay colores y sonidos: fado, mucho fado, el de Madredeus y Teresa Salgueiro, por cuyas notas transita el que busca y finalmente entiende que, no siendo lo mismo, lo necesario es encontrar.

    En Lisboa los mapas son íntimos. Las calles, emulando al océano, están trazadas para el extravío: sólo entonces el descubrimiento es posible.

Yo nunca estuve en Lisboa.

*Publicado originalmente en AdLibitum, primera serie 2010-2011

Comentarios

  1. Tú ya estuviste en Lisboa!!! Besos para ti, Ingrid Solana

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  2. Puedes leerlo en portugués en el siguiente enlace:

    https://rosasversoseprosa.blogspot.com.br/2017/08/terca-feira-29-de-novembro-de-2011.html

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